Cuando la crisis rodó por las escaleras del apartamento número 11, no era todavía esa crisis ansiada por los economistas, pero aun así cobijó entre sus brazos a todo aquel que le vistiera sus ojos con su presencia.
Cuando la crisis vino yo estaba sentado a la orilla del sillón, después me levanté, no me percaté de su presencia, salí a la calle y tuve un día normal; fue en horas de la noche con botones de melancolía que reaccione ante su presencia y desde ahí variaron muchas cosas, rigurosamente cotidianas:
Cuando la crisis vino yo estaba sentado a la orilla del sillón, después me levanté, no me percaté de su presencia, salí a la calle y tuve un día normal; fue en horas de la noche con botones de melancolía que reaccione ante su presencia y desde ahí variaron muchas cosas, rigurosamente cotidianas:
Le hurtaron el aire a cada bocado de mañana,
dejando las galletas suaves y añejas.
la luz hecha ráfaga de polvo
inundó mares de licor.
Le quitaron dinero a esa voz,
con súbita ausencia de dirección.
Y cada día perdía minutos
en las puntas de los dedos.
Las heridas psicológicas
rasgaban ojos incipientes,
y simplemente mató al radio
cuando este dijo:
esto señores es crisis.
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